La Metamorfosis, Franz Kafka
Pensaba en su familia con afecto y ternura, su convicción de que tenía que desaparecer era, si cabe, aún más firme que la de su hermana. En este estado de plácida y letárgica meditación permaneció hasta que el reloj de la torre dio las tres de la mañana. El comienzo del amanecer lo encontró todavía detrás de los cristales. Seguidamente, su cabeza se desplomó en el suelo y sus orificios nasales exhalaron el último suspiro.